jueves, 18 de agosto de 2016

Reflexión propia sobre la moral

Creo que soy una persona que relativiza todo, le busca tres pies al gato y casi siempre ejerce de abogado del diablo, los que me conocen lo saben de sobra. Por ello siempre he pensado que todo sería más fácil si existiese una moral universal, un código ético que nos dijese qué está bien y qué está mal y así no se diese pie a debates tan complejos como: ¿Una persona ebria está en condiciones de decidir si quiere mantener relaciones sexuales con otras? ¿Un crimen con la venganza como móvil es tan grave como uno por mera diversión? ¿Un niño de 12 años que viola a una niña de 10 años con objetos es tan consciente de lo que hace como un chico de 18? En conflictos entre naciones, p.ej: una invasión ¿es la violencia la única respuesta a la violencia?

Lo cómodo de seguir una religión es que te da una moral universal, un código ético que seguir, que te dice cómo comportarte, pese a que a veces entres en conflicto con lo que tu religión dicta y lo que realmente quieres hacer, o que en ocasiones esa religión no hable de ciertos asuntos muy concretos. Y en el párrafo anterior digo "si existiese" porque de nuevo esa moral universal que acompaña a una religión se desvanece, se vuelve relativa y cuestionable, al existir otras tantas religiones con sus propios códigos éticos. 

Así que supongo que la gracia de este mundo reside en eso. En intentar construir una moral que probablemente nunca llegue a ser universal. Imagino que ahí es donde entran las leyes y el Derecho.

Lucía Yáñez Santos