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Sin embargo, la realidad nunca es nítida y unívoca. Lo que se ha llamado la segunda ola de reformas escolares, con su considerable influjo en las sociedades europeas, no es ajena a la contaminación ideológica, poniendo de relieve una vez más que una cosa son las reformas y otra las ideologías que las respaldan.
Rodríguez Romero ha puesto de manifiesto la necesidad de separar el trigo de la paja porque, en efecto, el movimiento de reestructuración escolar no es ajeno a la omnipresencia de una ideología conservadora que impregna el pensamiento educativo desde hace más de dos décadas (1998). Tras la retórica de la devolución de poderes a la escuela -autonomía institucional- pueden observarse prácticas económicas derivadas del posfordismo, transfiriendo al centro docente formas de organización y gestión empresarial que llevan consigo valores economicistas, en modo alguno pedagógicos.
Sin embargo, la realidad nunca es nítida y unívoca. Lo que se ha llamado la segunda ola de reformas escolares, con su considerable influjo en las sociedades europeas, no es ajena a la contaminación ideológica, poniendo de relieve una vez más que una cosa son las reformas y otra las ideologías que las respaldan.
Rodríguez Romero ha puesto de manifiesto la necesidad de separar el trigo de la paja porque, en efecto, el movimiento de reestructuración escolar no es ajeno a la omnipresencia de una ideología conservadora que impregna el pensamiento educativo desde hace más de dos décadas (1998). Tras la retórica de la devolución de poderes a la escuela -autonomía institucional- pueden observarse prácticas económicas derivadas del posfordismo, transfiriendo al centro docente formas de organización y gestión empresarial que llevan consigo valores economicistas, en modo alguno pedagógicos.
Así, se han producido ya fenómenos contradictorios: al mismo tiempo que se predica la autonomía de los centros docentes, se recortan los presupuestos de los centros públicos; al mismo tiempo que se descentraliza la gestión, se hace al centro docente el único responsable del éxito o fracaso escolar -los poderes públicos se desentienden de las escuelas-; al mismo tiempo que se fomenta la libertad de elección, se propugna la evaluación de los centros, produciéndose una recentralización de acuerdo con pautas emanadas de los poderes públicos; al mismo tiempo que el centro se convierte en el único forjador de su destino, se le somete a la competencia más extrema a fin de allegar alumnos, convertidos en verdaderos consumidores de educación.
Esta lógica empresarial es la cara regresiva del movimiento, una lógica que "hay que situarla en los ajustes estructurales que están ocurriendo en el capitalismo occidental, que están llevando al desmantelamiento de los sistemas educativos centralizados y a su sustitución por una ideología del mercado libre basada en la elección y en la competición, en la que los ciudadanos son vistos como consumidores más que como participantes en la educación" (Rodríguez Moreno, 1998)
"PROBLEMAS ACTUALES DE POLÍTICA EDUCATIVA" Manuel de Puelles Benítez (2006).
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